Un salvataje que da más alivio que euforia

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Por Miguel A. Kiguel para El Cronista – 13 de Octubre de 2025

Cuando la economía estaba una vez más al borde del abismo, vino el puente salvador del Tesoro americano que evitó que cayéramos al vacío. Dicen que la tercera es la vencida y la gran esperanza es que este sea el principio de un cambio en la política de acumulación de reservas que nos aleje de una vez y para siempre de los sobresaltos. La apuesta tiene que ser a que sea el final de una secuencia de puentes salvadores que le han dado oxígeno a las reservas en momentos críticos y evitaron que el tipo de cambio se desboque.

El primer puente vino el año pasado hacia agosto y septiembre. Entre mediados de mayo y julio del año pasado, y tras varias bajas en la tasa de interés que venía haciendo el Banco Central, la tasa de repente bajó de 60% a 40%. Eso causó que la brecha cambiaria pasara del 21% a más del 50%, con lo que el CCL llegó a un valor que hoy sería equivalente a 2.000 pesos de hoy y empezaron a flaquear las reservas. Esa vez el salvataje vino de los dólares que entraron para pagar bienes personales y los 23,000 millones de dólares del blanqueo que trajeron calma para pasar las navidades y el verano. Pero no fue la paz duradera, fue simplemente ganar una batalla rumbo a las elecciones de medio término.

En marzo las cosas volvieron a complicarse y volvieron a caer las reservas. Antes de la firma del acuerdo quedaban sólo US$ 6,000 millones de reservas líquidas. Pero vino la mano salvadora del FMI (empujada por Trump) y llegaron US$ 12,000 millones en un programa de US$ 20,000 millones. Era más de lo que el mercado esperaba y volvió la calma y se estabilizó el dólar, que empezó a flotar dentro de la banda cambiaria.

Esta vez, ante la tercera corrida vino el salvataje de EE.UU., que luce generoso. Un swap de monedas de 20 mil millones, dólares para comprar pesos y no está claro si también usarán el Fondo de Estabilización Cambiario para comprar bonos. El anuncio generó un rally importante en bonos y en acciones, y bajó el riesgo país, en gran medida gracias a que el apoyo de EE.UU. es mucho más fuerte de lo que se pensaba. El alivio también se trasladó al mercado de pesos.

La huida hacia activos dolarizados había llevado las Lecaps más cortas por encima del 5% mensual y la licitación de deuda de esta semana se anticipaba difícil. De todos modos, la liquidez sigue ajustada. Aunque los detalles aún no se conocen, una vez más ha vuelto la calma a los mercados, aunque la sensación es más de alivio que de euforia. Con estos fondos el gobierno debería llegar a las elecciones con tranquilidad financiera, que no es poco dado cómo se veía el panorama una semana atrás.

Esto también debería volver a cerrar el debate que resurgió por la dolarización, que seguramente fue una cortina de humo para tapar los problemas cambiarios. La realidad es que no hay dólares suficientes para respaldar los pesos en circulación ni los encajes bancarios: las reservas netas siguen siendo negativas. Seguir alimentando esa discusión sólo incentiva la demanda de dólares y complica la estabilización.

A pesar de la importancia y magnitud del salvataje hay preguntas que siguen flotando en el ambiente. Por ejemplo, no sabemos cuántos dólares el gobierno de Trump estará dispuesto a usar para comprar dólares, ni tampoco si esos dólares que hoy entran puedan salir mañana cuando considere que el peso ya no está subvaluado. Tampoco sabemos cómo se van a garantizar los pagos de la deuda de los próximos vencimientos y qué recursos se van a usar para eso.

Lo que sí sabemos es que EE.UU. apoya fuertemente las políticas del gobierno de Milei y que estos fondos dan una gran oportunidad para encaminar la política de acumulación de reservas que hasta ahora ha sido la pata floja del programa económico. No hay que olvidar que si descontamos los desembolsos de US$ 14,000 millones del FMI, las reservas netas serían casi tan negativas como lo eran cuando asumió el gobierno de Milei.

Lo cierto es que las oportunidades hay que aprovecharlas. Con el rescate desaparece el riesgo de un endurecimiento del cepo o de que el tipo de cambio se desboque, lo cual no es poco. Sin embargo, hay que recordar que tuvimos tres potenciales crisis cambiarias (o sea que el Banco Central se quede con muy pocas reservas y esté obligado a dejar que el tipo de cambio flote), y que cada vez el salvataje fue a una instancia superior.

El blanqueo fue recurrir al mercado local, el FMI fue ir a una institución que actúa como prestamista de última instancia de los países y ahora el Tesoro americano, que ocasionalmente rescata a países con problemas de balanza de pagos. Recientemente, sólo a México en el Tequila y a Uruguay después de la crisis argentina del 2001. Argentina tiene grandes oportunidades para terminar con el estancamiento, con la pobreza y desarrollar el potencial exportador que todos sabemos que tiene. Y a medida que las inversiones lleguen y maduren, aumentará significativamente la oferta de dólares. 

Se han dado pasos importantes para poder llegar a esa meta, empezando por el déficit cero, y siguiendo con reformas estructurales, que ya se han empezado a implementar y que hay que consolidar. Pero el programa no ha sido equilibrado, porque se descuidaron las reservas internacionales que son esenciales para el funcionamiento de la economía, para levantar el cepo que aún frena inversiones y para dar tranquilidad de que Argentina va a pagar la deuda en tiempo y forma.

El apoyo de EE.UU. da aire y tiempo, pero no resuelve los desequilibrios de fondo. Este nuevo salvataje ofrece otra oportunidad para recalibrar el programa, repensar el esquema cambiario y cómo acumular reservas. Si se aprovecha, puede marcar un punto de inflexión; si se desperdicia, probablemente sea el último salvavidas.

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