Qué debe hacer Argentina para volver a crecer

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Llevamos más de una década de estancamiento y hoy tenemos el mismo nivel de producto que en el 2011. El ingreso per cápita es el mismo que el que había en 2007, o sea que el argentino promedio no ha mejorado su nivel de vida en los últimos 17 años, lo que implica un retroceso enorme respecto de otros países emergentes. Somos el único país de la región, con la excepción del desastre que se vive en Venezuela, que no ha crecido y que ha visto subir el porcentaje de la población que está debajo de la línea de pobreza. El gran desafío de Argentina es volver a una senda de crecimiento.

Para lograr crecimiento sostenido y salir del estancamiento hace falta un programa basado en tres patas. La primera es la existencia de instituciones sólidas, que aseguren el respeto de los derechos de propiedad, de una justicia independiente que le dé un resguardo adecuado a las inversiones, que son la base del crecimiento de largo plazo. Distinguidos economistas como Douglas North Daron Acemoglu enfatizan que estos son aspectos centrales para que las economías crezcan.

En nuestro país un aspecto particularmente sensible es el de la justicia, que a lo largo de los años no ha mostrado independencia del poder político de turno y capacidad de resolver temas controvertidos en tiempos razonables. Si bien se está avanzando en mejorar la calidad institucional, la postulación del juez Ariel Lijo para la Corte Suprema de justicia no es una buena noticia.

La segunda pata es la estabilidad macroeconómica, donde los pilares son buenas políticas monetariacambiaria fiscal. El reflejo de esas políticas debería ser que el país tenga bajas de tasas de inflación que permitan planificar a largo plazo, un nivel adecuado de reservas internacionales para poder evitar crisis de balanza de pagos y saltos bruscos en el tipo de cambio que son muy disruptivos y niveles de deuda razonables que permitan la refinanciación de las mismas sin mayores sobresaltos.

En este sentido ha habido avances, especialmente en el plano fiscal donde el gobierno ha logrado equilibrar las cuentas y mantenerlas a lo largo de su mandato. De hecho, el equilibrio fiscal es el ancla del programa económico que le ha permitido que el Banco Central tenga más control sobre la emisión monetaria y fue fundamental para bajar el riesgo país. También hubo logros con la inflación que ha bajado más rápido de lo esperado. Sin embargo, no se ha podido consolidar la situación de las reservas, que luego de mejorar mucho en los primeros meses han vuelto al terreno negativo.

Las reservas internacionales hoy son el talón de Aquiles del programa macroeconómico, y su mejora es la llave para que se consolide la baja en la inflación y para que el riesgo país baje a niveles que permita volver a tener acceso al financiamiento externo.

La tercera pata son las reformas estructurales orientadas a mejorar la productividad y competitividad de la economía. En esta área se incluyen políticas como como por ejemplo la modernización del mercado laboral, mejoras en la estructura de impuestos que perjudican la producción, y abrir la economía para que haya más competencia.

Estas medidas son las que está llevando adelante Federico Sturzenegger para mejorara el funcionamiento de la economía. El gobierno tiene una agenda ambiciosa en esta área y ya se apuntó algunos goles como la política de cielos abiertos y el RIGI para darle estabilidad a grandes inversiones.

Pero muchos de estos cambios son de largo aliento y requieren leyes, con lo cual se está avanzando y bien, pero se va a requerir mucho trabajo en el Congreso y lidiar con los lobbies, que como muestra el caso de Tierra del Fuego, son importantes.

Estas tres patas son condiciones necesarias para el crecimiento, pero no garantizan que la economía despegue. Hay otros elementos que mueven los “animal spirits” de las inversiones que están relacionados con temas como la sostenibilidad de las políticas económicas y el consenso que generan. En la Argentina es un tema importante porque las idas y vueltas en los incentivos económicos han dejado un gusto amargo en muchos inversores, sobre todo en los extranjeros. Los bandazos que se han dado en las políticas económicas con los cambios de gobierno como con poner y sacar el cepo, con pasar de una economía abierta a una cerrada, con dar incentivos fiscales que después no se respetan, o con estimular el crecimiento a través del o de la inversión generan incertidumbre y complican las decisiones de inversión.

Dentro de este contexto la gran pregunta es si la economía está lista para despegar. Pareciera que hay condiciones que lo justifican, como el equilibrio fiscal, la menor inflación, el nuevo régimen para grandes inversiones, la liberación de precios y una mayor facilidad para importar entre otras. Pero por otro lado hay otras que juegan en sentido contrario como el mantenimiento de un cepo, que es un fuerte disuasivo a la inversión, por más que la restricción en muchos casos es más aparente que real.

Luego de una profunda recesión la economía está mostrando signos de vida, pero pasar de la reactivación al crecimiento de largo plazo no es algo fácil ni instantáneo. Lo positivo es que de a poco están mejorando los salarios reales y está reapareciendo el crédito, dos factores que estimulan el consumo. También se ve más actividad en petróleo y gas, en minería y el campo esta mostrando más entusiasmo. Sin embargo, todavía se ven nubarrones en el horizonte por el lado de las reservas, la reaparición de la brecha cambiaria y la capacidad de generar dólares para mejorar el pago de la deuda que el gobierno no logra despejar.

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