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Las reservas nunca estuvieron tan bajas

08 February 2022

Las reservas netas nunca estuvieron tan bajas. En la crisis del 2001 llegaron a 10.000 millones de dólares, en el 2015 tocaron un piso de 3.800 millones. Hasta el último viernes rondaban en US$ 400 millones; o el equivalente a dos días de importaciones o poco más de 20% del monto que hay que pagarle al FMI en marzo.

El dato oficial es mucho mayor y algo engañoso. Muestra unos 37.500 millones, pero incluyen montos de dólares que no están disponibles (20.500 millones de un swap con China y otros swaps por 4.500) y 12.500 millones de los encajes que son de los depositantes de los dólares en los bancos. Los dólares de verdad son un monto exiguo. 

El contraste con otros países de la región es sorprendente. Brasil tiene unos 350.000 millones, Perú 75.000 y Chile 40.000. Claramente tenemos un problema y el ministro Guzmán dijo que el compromiso con el FMI es aumentarlas en 5.000 millones este año. 

Para complicar las cosas, las reservas vienen cayendo mes a mes desde agosto del año pasado. O sea que tanto la foto como la película son preocupantes. En estas condiciones es impensable que se pueda relajar el cepo.

En el pasado estos niveles de reservas llevaban a una devaluación. Eso pasó por ejemplo en la crisis del 2001, y en el 2014 con la famosa devaluación de Fábrega. Las experiencias en estos casos fueron bastante diferentes.

En el 2001 el salto cambiario fue enorme, de 1,0 peso a 3,50 pesos y ocurrió en medio de una de las peores crisis que vivió la Argentina en la que hubo default, corralito depósitos, pesificación de tarifas y deudas y una crisis política brutal. Lo interesante de ese episodio fue que a pesar de la fuerte devaluación de 250%, la inflación sólo aumentó a 40% en el 2002 y bajó al 3% en 2003. Hoy parece un milagro, pero se explica por el hecho de que veníamos de una década de estabilidad de precios en la que no había inercia inflacionaria y con una recesión brutal que le puso un techo a la suba de precios.

La devaluación del 2014 tomó al mercado por sorpresa, en gran parte porque las reservas netas todavía eran altas, 17.000 millones. Probablemente lo que alarmó al Banco Central en ese momento era que venían cayendo a un ritmo de unos 2.000 de dólares por mes y que hacía falta frenar la hemorragia. Fue un ejemplo de medicina preventiva. Finalmente, en enero Fábrega devaluó.

Si bien hay un debate sobre si fue una devaluación exitosa, una evaluación fría y con la ventaja de verla en perspectiva indica que cumplió los objetivos deseados y que los efectos secundarios fueron moderados. La devaluación fue de 23% en enero, y luego mantuvo estable el tipo de cambio en los meses siguientes. Un efecto positivo fue que bajó la brecha cambiaria de 37% en diciembre a 23% en abril y se revirtió la caída de reservas. Para abril habían subido casi 5.000 millones de dólares. 

Es cierto que la inflación subió, pero tocó un pico de 5.5% en febrero y luego bajó a 2.,5% en abril y mayo, tasas similares a las de fines del 2013. O sea que la suba en la inflación fue transitoria y mucho menor que la suba en el tipo de cambio, con lo cual se mejoró la competitividad externa de la economía con un efecto limitado en los precios. 

La situación actual posiblemente tenga más similitudes con la del 2014, aunque el nivel de reservas es muchísimo menor, la inflación el doble de lo que era y la brecha cambiaria también bastante más alta.

La salida de este atolladero es compleja, porque insistir con las políticas actuales de ir devaluando de a poco no está siendo efectiva mientras que un salto en el tipo de cambio, en tanto no haya un programa sólido, puede llevar a fuertes subas de precios. No hay una salida fácil. 

Argentina, para funcionar normalmente sin cepo necesita reservas internacionales del orden de los 35.000 millones de dólares, con lo cual puede llevar más de cinco años llegar a esos niveles. 

El partido por ahora es tratar de acumular 5.000 millones de dólares este año. El gobierno parece apostar a los dólares de la soja, que pueden dar un alivio, pero difícilmente alcancen. El FMI parece estar dispuesto a darle al gobierno una oportunidad de seguir sin un salto cambiario, aunque desconfía y seguirá los números de cerca. Es un partido de final abierto, aunque con mucha presión, porque sin dólares no hay paraíso.