La Argentina crece más que otros países y gana la carrera, pero advierten que corre la pista al revés

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El país se encamina a lograr este año un alza en su economía superior al resto. Pero aplica su propia receta. Mantiene alta la inflación y cuida que no se vayan dólares. En otras naciones se da lo contrario. Analistas temen que le falte oxígeno en la competencia de fondo. ¿Hay riesgos de lesión?

Los competidores están en la línea de largada.

La carrera en la cual participan los países emergentes -que deben administrar la riqueza por el boom de las materias primas, hacer frente a presiones en sus monedas y luchar contra la inflación-, está a punto de comenzar.

Finalmente, cuando se escucha la voz de largada, los “corredores” salen disparados y avanzan con dirección firme y hacia una meta concreta: la del crecimiento de la economía pero no “a cualquier precio”.

Con ese objetivo claro, todos ellos encaran hacia delante. Todos, menos uno: la Argentina, que busca llegar a la meta del crecimiento pero a contramano del resto.

Dicho en buen romance, compite pero “corriendo hacia el otro lado”.

La dirección contraria que está tomando la administración kirchnerista respecto de otros gobiernos de la región es notable: por un lado, mientras el mundo es testigo de la debilidad del dólar y los países emergentes reciben una avalancha de billetes, en la Argentina, los funcionarios parecen estar “contando las monedas” y cerrando las importaciones de heladeras, autos y hasta de fideos para sostener la caja verde y llegar a cubrir las necesidades de divisas.

Paralelamente, mientras que países como Brasil, Chile y Uruguay están haciendo esfuerzos titánicos para evitar que sus monedas se sigan apreciando y sus industriales ya están poniendo el grito en el cielo porque se les hace más difícil competir en el mundo, en la Argentina, el Banco Central parecería estar manejando el tipo de cambio a su antojo.

Por otra parte, en un contexto en el que los gobiernos vecinos le declararon la guerra a la inflación y se ponen “nerviosos” por una tasa del 7%, en estas tierras se está por cuadruplicar esa cifra y, sin embargo, la locomotora avanza a todo vapor. Y se hace todo para que siga en esa dirección.
Mirando los fríos números se observa que todas las economías de la región están en franco crecimiento. En el plano industrial, incluso, la Argentina se dará el gusto de liderar las subas, con un alza del 6%, por encima de países como Brasil o Chile.

En definitiva, parecería ser que, corriendo hacia “delante”, o hacia “atrás”, todos los países llegarán a la misma meta.

Sin embargo, para los expertos, si bien la “línea de llegada” parece similar, las consecuencias para los “competidores” no lo son.

“La verdad es que la Argentina está a contramano y aplicando una estrategia totalmente diferente. Esto nos permitió crecer por encima de otros países e, incluso, lo hicimos uno o dos puntitos más que si hubiésemos aplicado una política similar a la de la región. Pero, la contraparte de todo esto es que terminamos por incubar un gran problema a futuro, que es la inflación”, disparó Eric Ritondale, economista de la consultora Econviews.

Desde la consultora Ecolatina destacaron que “la abundante liquidez mundial y las bajas tasas de interés en los países desarrollados, sumado al fuerte crecimiento de los emergentes crean un contexto muy favorable para la entrada de capitales en los países de América Latina”.

Si bien el ingreso de divisas en la economía es algo positivo, también provoca una apreciación de las monedas locales, restando competitividad a todas las economías.

Ante esta situación, los países vecinos vienen implementando una serie de acciones con el fin de evitar dicha revalorización. Sin embargo, todos los esfuerzos parecen inútiles.

El gobierno uruguayo, por ejemplo, viene impulsando una serie de medidas para frenar la caída del dólar y, sin embargo, no lo ha podido lograr. Tal es así que la moneda del vecino país se encuentra en su nivel más alto desde 2002.

Por su parte, el peso chileno acaba de alcanzar su valor más alto en tres años, rompiendo, incluso, el nivel que tenía en enero, cuando el Gobierno de Sebastián Piñera lanzó un plan de intervención cambiaria. Es decir, otro caso en el que las medidas están fracasando.

Lo mismo sucede en Brasil: el Banco Central compra hasta u$s1.800 millones por día, reforzó tres veces en lo que va del año su plan para contener el ingreso de capitales y, a pesar de todos estos titánicos esfuerzos, el real está cotizando cerca de los niveles máximos en 12 años.

¿Qué sucede en la Argentina? Todo lo contrario. Para los expertos, el Banco Central da muestras de que está administrando el tipo de cambio “a gusto y piacere”.

En efecto: mientras otros países no sólo no logran devaluar, sino que no pueden hacer nada para evitar una apreciación, el Gobierno K se da el “lujo” de deslizar el tipo de cambio hasta los $4,10 de manera premeditada, para aprovechar este momento de tranquilidad cambiaria antes de las elecciones. Es decir, planifica en momentos en que nadie parecería poder hacerlo.

Incluso, días atrás, la entidad presidida por Mercedes Marcó del Pont tuvo que salir a vender u$s80 millones para frenar una mayor suba del dólar, algo que sería impensado en otros países.

¿Qué es lo que diferencia a la Argentina de la región? O, dicho de otra manera, ¿por qué ellos “no pueden” controlar su moneda y acá sí se hace?

Para los expertos, el principal factor que pone a la Argentina “a contramano” de la región tiene que ver, justamente, con el manejo de la inflación. Es decir, qué nivel de alzas de precios cada Gobierno está decidido a soportar en pos de un crecimiento de la economía.

Al respecto, Marina Dal Poggetto, economista del Estudio Bein, destacó: “Nuestro país apostó a una estrategia totalmente distinta. En un mundo donde el dólar se devalúa, la Argentina también fue depreciando su moneda. Y esto lo logró con un Banco Central interviniendo fuertemente, emitiendo pesos”.

En la misma línea, para Mariano Lamothe, economista jefe de la consultora Abeceb, aseguró que “si la Argentina hoy se permite leves depreciaciones es porque tiene el foco puesto en algo distinto que el resto. En la economía, muchas veces, cuando uno toca una variable no puede manejar las otras. Esto fue lo que ocurrió acá: el objetivo del Banco Central fue administrar el tipo de cambio a su antojo pero dejó de lado la inflación”.

Por su parte, Ritondale coincidió en que “mientras que en otros países los gobiernos intervinieron poco en el mercado cambiario, en la Argentina pasó lo contrario y fue el más agresivo de todos”.

¿Cuál es el otro factor que lo explica? Ritondale señaló que esta política de ir “a contramano” está vinculada con que en la Argentina opera una psicología muy distinta entre los ahorristas: “Acá genera miedo que el dólar flote libremente, los inversores se ponen nerviosos y por eso se prioriza mucho la estabilidad cambiaria”.

En definitiva, para los expertos, que aquí suba la cotización del billete verde, mientras que en otros países ocurre lo contrario en términos nominales, no se debe a que la Argentina está “tocada por la varita”, sino que todo es una cuestión de elección del Ejecutivo.

¿Por qué? Porque el Gobierno K eligió el camino de crecer a tasas chinas pero a costa de pagar por ello una alta inflación y abundante lluvia de billetes (expansión monetaria), en un contexto en el que la inversión no resultó suficiente como para apuntalar el boom de consumo.

Al respecto, para Lamothe “Brasil tranquilamente podría copiar a la Argentina”, es decir, emitir una tonelada de reales y comprar dólares infinitamente y devaluar a su antojo. Sin embargo, Rousseff nunca lo haría porque “ni se le pasa por la cabeza tener una inflación de dos dígitos. Es decir, no prioriza el tipo de cambio competitivo, sino mantener a raya la suba de precios”.

Otro de los puntos que diferencia a la Argentina de varios países emergentes es que, mientras que economías como Brasil reciben una catarata de dólares, acá en la Argentina, el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, no hace otra cosa que oficiar de custodio para evitar que éstos salgan, poniéndole un cerrojo a las importaciones.

Las razones por las cuales entre los vecinos hay una “lluvia verde”, además de cuestiones como la seguridad jurídica, están en que mientras que la tasa de interés que ofrece Brasil duplica la de la inflación, en la Argentina corre muy por debajo de la mitad de la suba de precios.

Para Lamothe, este es uno de los pocos factores en los que “ir de contramano” resulta beneficioso para la Argentina, ya que “así se evitan volatilidades en el tipo de cambio que generan malas señales para el mercado”.

Sin embargo, para el experto, lo que no entra por un lado, tiene que cuidarse por el otro. Esto es lo que obliga al Gobierno a tener que aplicar un “corralito” y frenar importaciones para cuidar la caja verde.

“Si bien hoy no hay escasez, están preparando el terreno para cuando pase el grueso de la liquidación de divisas que entran por la cosecha y se acerquen los comicios, que es cuando puede haber una mayor demanda de dólares”, destacó Lamothe.

Hacia fines de 2011, tanto la Argentina como Brasil o Chile cruzarán “triunfantes” la línea de llegada.

La administración kirchnerista se subirá al podio con un crecimiento de la economía de entre el 5 y el 6%, un nivel superior, por ejemplo, al que mostrará la gestión de Rousseff.

Sin embargo, para los expertos, crecer no es sinónimo de ganar. ¿Por qué? Porque en esta carrera de expandir el consumo y la actividad a toda costa, si bien nominalmente el peso es casi la única moneda que se deprecia, paradójicamente, es la que más se está fortaleciendo en toda la región.

Desde el Banco Ciudad alertaron que, “continuar con una suba de precios local del 25% anual resulta insostenible en el mediano plazo. Desde el año 2007, el peso argentino fue la moneda latinoamericana que más se devaluó contra el dólar (26%) y, a pesar de ello, fue la que más se apreció en términos reales (26%), fruto de la abultada inflación local acumulada en el período (77%)”.

En otras palabras: el encarecimiento de la región en dólares obedeció, más que nada, a la apreciación nominal. En cambio, en la Argentina, esto se debió al alza de precios domésticos.
¿Cuál es el efecto? Según Castiñeira, un peso mucho más fuerte va a ir generando un achicamiento indefectible del superávit comercial y esto va a derivar en un déficit de cuenta corriente. Frente a ello, las opciones serán financiarlo con préstamos externos o ponerle un techo al ritmo de crecimiento”. Y los expertos, se vuelcan por esta segunda opción.

Para Ritondale, “hoy estamos viendo los beneficios del modelo: ingresos en dólares subiendo y el consumo volando. La foto es linda y tal vez, gracias a los precios de la soja y un real brasileño caro, esta estrategia se pueda extender dos o incluso tres años más. Pero a la larga, habrá que cambiarla”.

Viendo la “carrera” y analizando con “telebeam” los “trancos” de cada competidor, para Ritondale, la conclusión es que “se creció mucho, pero en definitiva, terminamos perdiendo más competitividad que los demás, ahora tenemos una inflación que cuadruplica a la del resto de la región y quedamos mucho más expuestos, porque el día que haya un nuevo shock externo y haya que devaluar, nosotros casi no vamos a tener disponible esa herramienta, porque el impacto inflacionario sería fenomenal”.

En definitiva, el correr a contramano, según el experto, puede permitir que el país gane la carrera de los 100 metros, pero no una de larga distancia.

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