Se está creando el terreno para un Rodrigacito

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Por Miguel Kiguel para El Cronista
 
La herencia se multiplica día a día y es cada vez más pesada. Un déficit fiscal que se agranda con el ‘plan platita’. Reservas líquidas raquíticas que se sostienen con un engrosamiento de la deuda con China y una deuda comercial por importaciones que aumentó en unos u$s 15.000 millones y sigue creciendo. Un tipo de cambio que sigue atrasándose por gracia de una inflación que sigue tomando fuerza y un banco central que no devalúa. Precios controlados que en algún momento van a crujir y cuando lo hagan generarán una estampida inflacionaria que dejará chico el 12,4% de agosto pasado.
 
Habrá que empezar por el problema más urgente, que son las reservas, que hoy son negativas y sin perspectiva de que el panorama se revierta. El banco central necesita desesperadamente dólares porque por ahora tiene deudas, principalmente con el Banco de Basilea, con Sedesa, y también a través del swap con China por alrededor de u$s 10 mil millones, a lo que se le pueden sumar otros u$s 4.500 millones si se habilita el segundo tramo del swap.
 
Claramente si algo va a faltar van a ser dólares. Porque además de necesitarlos para que el banco central vuelva a tener reservas positivas, habrá que enfrentar deudas por importaciones que no se han autorizado a pagar (porque no hay fondos), que ya han aumentado u$s 15.000 millones respecto del promedio de los últimos años, y otros u$s 2.000 que harán falta en enero para que el país pueda cumplir con los compromisos de la deuda externa. O sea, para aquellos que están pensando que se necesitan unos u$s 30.000 o u$s 40.000 millones para dolarizar les recomendaría que hagan bien las cuentas porque se van a necesitar entre u$s 25.000 y u$s 30.000 mil millones adicionales para atender deudas.
 
Esta situación pone en el centro de la escena al tipo de cambio, que otra vez está entrando en territorio de atraso debido a que luego de una modesta devaluación del 20% el banco central lo tiene congelado en $ 350 a pesar de que la inflación está en el orden del 12% mensual. Seguramente este atraso no se va a corregir antes de que asuma el próximo gobierno, a pesar de las quejas del FMI, con lo cual la corrección cambiaria que hará falta en diciembre va a ser muy fuerte, con el riesgo inflacionario que eso conlleva.
 
Aunque el tipo de cambio no será el único precio relativo que habrá que corregir. El campo minado se viene extendiendo a las tarifas a las que se les está poniendo un fuerte freno en estos meses, a la medicina prepaga, a los combustibles y a cuanto precio el gobierno puede regular. Se está creando el terreno para un Rodrigacito, que no se espera que genere una explosión del tamaño de 1975, pero igual habrá que protegerse de las esquirlas.
 
La reducción del déficit fiscal ya era desafiante antes del último ‘plan platita’, y ahora será una tarea titánica, porque el impuesto a las ganancias, que es la base de un sistema tributario equitativo, se ha desvirtuado con mínimos no imponibles elevados a sectores de alto poder adquisitivo. Es hora de blanquear que en realidad es un impuesto a los ingresos, como es en todo el mundo, y que tiene que recaer sobre los que tienen ingresos más altos.
 
Los planes para reducir el déficit fiscal son conocidos, y en todos los casos se centran en una importante reducción del gasto público. Política y socialmente no son fáciles de implementar, pero tres equipos diferentes en Juntos por el Cambio han trabajado en su diseño y hoy hay bastante coincidencia sobre cómo hacerlo. En otras palabras, se puede, a pesar de que después de las PASO el Gobierno ha aumentado el agujero fiscal en por lo menos 0,5% del PBI.
 
Por último, está el problema de la deuda que tiene tres componentes: la externa, la interna de pesos y las Leliqs. Todo indica que a pesar de las continuas y persistentes amenazas de la necesidad de restructuraciones y reperfilamientos que se escuchan en muchos ámbitos no son el problema más acuciante y que son evitables si se desactivan las bombas relacionadas con el déficit fiscal y las reservas.
 
Las Leliqs ya se vienen licuando con tasas de interés reales negativas desde hace varios años. El mejor indicador de que esto es así es que se mantienen en 8,5% del PBI y no crecen desde hace varios, a pesar de que el Banco Central emite pesos para financiar al Tesoro, comprar deuda en pesos y esterilizar los intereses de las Leliqs. La deuda interna del Tesoro está mayormente en manos del sector público, con lo cual no hace falta restructurarla, lo que único que hay que hacer es refinanciarla con inversores que están cautivos. Y la deuda externa se puede pagar si el Gobierno hace un ajuste fiscal que genere credibilidad. Además, en principio tiene un año porque al menos hasta 2025 los pagos de capital e intereses siguen siendo muy bajos.
 
La herencia va a dejar la economía en una posición más vulnerable. Aumenta el desafío para el próximo gobierno que será desarmar este campo minado con el menor daño posible, y tendrá que hacerlo contrarreloj. La economía está en una situación muy delicada, con amenazas por doquier y con el riesgo de que el menor error puede llevar a una inflación descontrolada, a un nuevo default innecesario, a una fuerte caída en la actividad económica y a un aumento de la pobreza. Atacar estos temas en simultáneo y manteniendo un mínimo de estabilidad requiere de un equipo económico sólido, que tenga un buen diagnóstico y la capacidad política para implementar las medidas.
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