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El gradualismo no significa inacción

10 Agosto 2017

Va quedando atrás un primer año muy difícil y empieza a vislumbrarse una tenue mejora en la economía que seguramente se irá consolidando. El 2016 fue más duro de lo que se esperaba, en gran parte, porque hubo un ajuste en los precios de los servicios públicos que, combinado con las subas en la tasa de interés, le pegó al consumo. Además, lo agravó el hecho de que la obra pública también sufrió, ya que se frenó mientras se revisaban los contratos firmados por el gobierno anterior.

El tan esperado segundo semestre terminó siendo una desilusión. La recesión fue más profunda de lo que se esperaba, ya que el PBI cayó 2,4%, la inflación subió al 38%, bien lejos del 25% que anunció el ministro Prat Gay a principio de año, mientras que la pobreza llegó al 33% y el empleo sufrió durante gran parte del año.

El nuevo año

Con el comienzo del 2017, vinieron los primeros brotes verdes, el empleo mostró más dinamismo, la inflación cayó a una tasa anualizada del orden del 22% y el Banco Central pudo bajar la tasa de interés del 38% al 25%. La economía empieza a encaminarse hacia un sendero de crecimiento con menor inflación.

A pesar de las mejoras, la economía todavía debe superar importantes desafíos; principalmente, sostener las ambiciosas metas que se fijaron para la baja de la inflación, lograr una reducción importante del déficit fiscal cumpliendo con las metas que fijó el Gobierno, recuperar la competitividad del sector productivo y lograr un crecimiento sostenido que aumente el empleo y contribuya a una reducción importante de la pobreza.

Este año, se va a lograr la baja más importante de la tasa de inflación de los últimos años, pero terminará por encima de la meta del 17% que fijó el Gobierno. Los que ven el vaso medio lleno ven la tasa anual del 22% como un éxito, aunque al Central va a dejarle un gusto amargo.

Gradualismo a futuro

Mirando para adelante, es muy difícil pensar que la inflación va a bajar al ambicioso ritmo que fijó el Gobierno, especialmente porque todavía hay muchos ajustes de precios pendientes, y además queda claro que lleva mucho tiempo quebrar una década de aumento de precios y salarios del orden del 25% anual. Pero todo indica que la inflación va a seguir bajando, aunque “despacito”.

El segundo desafío es la reducción del déficit fiscal. El Gobierno optó por una estrategia gradual, con reducciones del déficit primario equivalentes al 1% del PBI por año para llegar al equilibrio fiscal en el 2021. Esto es difícil pero posible, va a requerir mucha disciplina y algunas peleas políticas para bajar el gasto público.

El gradualismo tiene riesgos (necesita montos importantes de financiamiento por varios años), pero tiene buenas chances porque el país empieza con una deuda mucho menor a la histórica y más baja que el promedio de la región. Pero gradualismo no significa inacción. Argentina necesita reducir el déficit fiscal sí o sí para lograr mejorar su calificación crediticia y bajar el costo de financiamiento.

Por último, todo indica que la reactivación económica está en marcha. La gran pregunta es si el país puede superar los ciclos de crecimiento y recesión que viene sufriendo desde el 2011.

Parecería que sí, ya que, a diferencia de los últimos años, el crecimiento debería ser sostenido. Lo que cambió es que el país no necesita restringir importaciones porque tiene reservas internacionales, mientras que hay crédito externo para financiar la inversión y el déficit fiscal.

De cualquier modo, es difícil esperar tasas de crecimiento que estén muy por encima del 3% anual, especialmente cuando la región está pasando por un período en el que los países crecen en promedio al 2,5% y Brasil no logra que el nivel de actividad despegue.