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Miguel Kiguel: “El dólar se había desbocado, porque claramente no estamos peor que en 2001”

10 Noviembre 2020

Miembros del equipo económico se muestran ansiosos por mostrar buenas noticias que contribuyan a mejorar las expectativas en el Gobierno, como es el caso del Ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas, que elaboró un semáforo con 13 indicadores que marcaban en septiembre la recuperación de la actividad agregada. Sin embargo, los primeros datos de octubre, desde la recaudación de impuestos no afectados por aumentos de alícuotas, moratorias y nuevos tributos, como IVA y al Cheque, principalmente; hasta la producción y venta, interna y externas, de automotores, marcaron un notable receso respecto del mes previo. 

También el ministro de Economía, Martín Guzmán, luego de haber visto como a pocos días de haber completado el canje de deuda por bonos con vencimiento a más largo plazo y amplio período de gracia para el pago de intereses, y presentado en tiempo el Presupuesto 2021, se habían disparado los índices de riesgo país y la cotización de los dólares alternativos al regulado mayorista, para el comercio exterior, se muestra ahora confiado en poder recuperar la confianza de los mercados, luego de haber logrado cambiar esa tendencia, aunque al costo no menor de haber sacrificado las pocas reservas de libre disponibilidad y no poder evitar un continuo drenaje de depósitos en pesos y dólares.

Frente a ese cuadro, Infobae entrevistó a Miguel Kiguel, licenciado en Economía de la Universidad de Buenos Aires y Ph. D en Economía de Columbia University, director Ejecutivo de Econviews, asesor académico de FIEL, ex Subsecretario de Financiamiento en el Ministerio de Economía, y uno de los economistas que consultan las empresas, quien previamente a la irrupción de la pandemia de covid-19 había alertado a este medio: “Alberto Fernández está buscando un equilibrio que le está resultando difícil”. Ahora, con un escenario notablemente más complejo, en parte por la crisis sanitaria, pero en gran parte por la resistencia del Gobierno de escuchar otras voces en busca de consensos que contribuya a recrear la confianza en los mercados y mejorar el clima de negocios, observa que hay muchas dudas sobre que el rebote de la actividad de paso a una etapa de crecimiento.

- ¿Cómo ve la economía? El Gobierno pareciera que quiere instalar la idea de que “lo peor ya pasó” en materia de actividad y empleo, según 13 indicadores testigo, aunque bien mirados no son más que 5 sobre más de un centenar ¿Comparte que se inició el camino de la reactivación, o se está frente a un rebote natural transitorio? 

- La economía se viene recuperando luego del fuerte impacto que sufrió como resultado de la pandemia y la prolongada cuarentena. Desde esa perspectiva es lógico que a medida que la cuarentena se vaya relajando y más sectores vuelvan a la actividad, especialmente servicios tales como peluquerías, restaurantes, etc, veamos una recuperación económica. Esto es claro en los servicios y en menor medida en la industria que cayó menos. O sea, tenemos un efecto rebote que se vio en el tercer trimestre y que va a continuar en el cuarto. Pero eso no alcanza para recuperar el nivel de actividad que había a fin del año pasado.

Y esa es la pregunta importante, cuan rápido va a poder crecer la economía una vez que termine el efecto rebote. En ese aspecto hay dudas, porque la incertidumbre financiera con respecto a la evolución de la tasa de interés, la inflación, la brecha cambiaria y el riesgo país sigue siendo enorme, y estamos a la espera de un plan económico que ayude a cambiar el humor de las empresarios y consumidores para que recuperen la confianza y vuelvan a invertir y consumir.

- ¿Qué lectura hace del recorte de la brecha cambiaria después de haber llegado a más de 150% entre el libre y el mayorista, pero a costa de llevar las reservas líquidas del BCRA a terreno negativo, haber vendido dólares a futuro y emitir deuda ajustable por inflación y por tipo de cambio mayorista? 

- El tipo de cambio libre en la Argentina siempre ha sido el termómetro de la confianza o desconfianza en la política económica. El tipo de cambio del contado con liquidación (CCL) legó a $185, que es un valor altísimo, difícil de explicar sólo por los fundamentals macro. A precios de la convertibilidad equivalía a casi $4,70, o sea casi 25% por encima del precio del dólar más alto durante la crisis del 2001. Esos valores no se veían desde los años ochenta. O sea, el dólar se había desbocado, porque claramente no estamos peor que en el 2001.

Al mismo tiempo hay que reconocer que la situación cambiaria es muy delicada. El Banco Central casi no tiene reservas líquidas para intervenir y por lo tanto no tiene una capacidad creíble de sostener un tipo de cambio. Por eso se vino el endureciendo del cepo, aunque ese camino tiene un límite, porque más cepo a la larga implica escasez de insumos y de bienes y mayor inflación. 

El mayor desafío es recuperar reservas, y va a ser extremadamente difícil lograrlo a menos que se pueda bajar la brecha. Con brechas mayores al 30% o 40% va a ser una tarea titánica. Las intervenciones que viene haciendo el Gobierno a través del Rofex no son la solución al problema. La emisión de los bonos dólar-linked ayuda a que el Tesoro consiga financiamiento y descomprime la presión sobre el Rofex, pero tampoco soluciona el problema.

Claramente la solución pasa por una estrategia de pinzas, que por un lado implica seguir secando el mercado de pesos y dando señales que suban la confianza para bajar el dólar libre y por otro subir el tipo de cambio oficial. El gran riesgo es que devaluar sin un programa consistente y sostenible puede generar más desconfianza, subir la inflación y no ser efectivo en bajar la brecha.

- Ya en cuarentena por el covid-19 el Gobierno apostó a recrear la confianza después de que cerrara la renegociación de la deuda; luego confió en la presentación del Presupuesto 2021, y como no lo logró ahora espera un nuevo acuerdo con el FMI ¿Cree que sólo son condiciones necesarias, pero no suficiente? ¿Por qué el mercado le apuesta en contra? 

- Es cierto que el Gobierno apostó a que el acuerdo con los bonistas sería el primer paso para aumentar el interés de los inversores en activos argentinos, y que bajara la brecha cambiaria. Pero algo salió mal en el camino. El acuerdo de la deuda no fue el punto de inflexión que el Gobierno esperaba. En realidad, ocurrió justo lo contrario. A los pocos días de anunciar la restructuración de la deuda el dólar se escapó, los precios de las acciones y los bonos se destruyeron, el riesgo país se disparó y entramos en una psicosis de desconfianza.

- ¿Por qué pasó? 

- Primero, quedó claro que la estrategia de arreglar primero la deuda y después negociar un programa con el FMI fue un error, porque no anclaba las decisiones financieras y económicas en el día a día. Hacía falta una macro sustentable, porque sin eso nunca va a haber una deuda que sea sustentable. Y el gobierno se dejó estar.

Pero además influyeron medidas que atentaron contra la inversión privada, que era y es indispensable para liderar el crecimiento. Decisiones como los controles de precios y tarifas, intentos de avances sobre empresas como Vicentin, el decreto que se emitió para regular las telecomunicaciones, las propuestas de nuevos impuestos que orillan niveles expropiatorios y un nuevo super-cepo que mostraba la impotencia del Banco Central para sostener las reservas y controlar el tipo de cambio y que puso al borde del default a muchas empresas atentaron sobre la normalización económica-financiera.

- El Presupuesto asume que el 1 de enero ya no habrá más amenaza de covid-19, según se desprende de la caída de las partidas vinculadas con la crisis sanitaria, y sobre esa base prevé una sustancial baja del déficit fiscal ¿Si eso no ocurre, la Argentina está en condiciones de enfrentar otro año con elevado rojo de las finanzas públicas y apelar a otro aumento de impuestos y del financiamiento del Banco Central? 

- Argentina sigue sin tener acceso al mercado financiero. Los fondos que puede conseguir el Tesoro en el mercado local son muy escasos, con lo cual la clave para poder tener un déficit mayor sin que se desbande la inflación es conseguir financiamiento. Hoy la única alternativa razonable son los organismos multilaterales, principalmente el FMI. Eso explica que haya un cambio de discurso en el gobierno en este tema y ahora se hable de que el programa venga con fondos frescos.

Es muy probable que haya en 2021 un efecto residual del covid-19, aunque seguramente no será tan fuerte y el Gobierno no va a estar en condiciones de implementar una cuarentena tan larga como la de este año, con lo cual el efecto sobre la actividad económica y las cuentas fiscales debería ser mucho más chico que este año. Pero incluso con un efecto menor, el FMI sigue apareciendo como la principal fuente de fondeo no inflacionario.

- Dado el rápido deterioro de las expectativas que había generado el reperfilamiento de la deuda pública ¿cabe esperar que se mantenga el ritmo de emisión y aceptación de deuda como proyecta Economía para reducir la brecha cambiaria? 

- En el mercado local hay liquidez y puede haber apetito por deuda interna. El gran desafió que tiene el Gobierno es no tomar ninguna medida que erosione la confianza en el mercado de capitales y dispare una nueva corrida sobre el tipo de cambio libre. El objetivo debería ser priorizar las colocaciones de deuda a largo plazo, principalmente en bonos con CER y dólar-linked, y aceptar que si se necesita fondeo habrá que pagar tasas de mercado.

- ¿Cuáles son las estimaciones de Econviews para el cierre de 2020 y 2021 de PBI, Inflación, tipo de cambio, comercio exterior y reservas líquidas del Banco Central? 

- Sin entrar en números, que en este escenario de Argentina y del mundo pertenecen a la esfera del realismo mágico, podemos ver diferentes escenarios. En la medida en que no haya un programa macroeconómico, que haya dudas sobre nuevos impuestos arbitrarios y una presión impositiva asfixiante y sobre un intervencionismo excesivo en los precios y sobre el acceso al mercado de cambios es difícil pensar en una economía con alto crecimiento. Especialmente porque el Estado no tiene recursos y el crecimiento tiene que venir de la mano del sector privado. Habrá una reactivación de acá a fin de año, pero si no hay señales claras vamos a un crecimiento mediocre como el que presentó el ministro Guzmán en la renegociación de la deuda. La inflación se espera que entre en un sendero ascendente, pero sin desbocarse, y el 2021 podría ser un escenario similar al 2019, y la evolución del tipo de cambio va a depender mucho de que se regenere la confianza.

- ¿Una reflexión final? 

- Simplemente insistir en que la Argentina necesita reglas claras y sostenibles que ayuden a cambiar el humor de la mayor parte de las empresas que quieren apostar al país, pero que hoy están esperando a que el Gobierno genere un clima de negocios amigable y presente políticas macroeconómicas que favorezcan la estabilidad económica y social. El crecimiento hoy más que nunca lo tiene que liderar el sector privado, porque el Estado no tiene financiamiento y el gasto público ya es muy alto. Por ende, la clave es dar señales claras para estimular la inversión, las exportaciones, que incluyen tanto políticas micro o sectoriales como políticas tributarias, que son tan importantes como las políticas macro para que el país de una buena termine con el estancamiento y la pobreza.