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La raíz de los desafíos económicos

19 Junio 2017

El debate económico gira por momentos exclusivamente en torno a la estrategia oficial de "gradualismo" fiscal. La lenta baja del déficit es criticada desde dos lugares comunes. Se acusa a la política fiscal de no colaborar en la pelea antiinflacionaria y se alerta por la sostenibilidad de un "explosivo" endeudamiento público.

Esos argumentos son exagerados, simplifican las dificultades y no capturan la raíz de los desafíos económicos tras muchos años de mala praxis en el país. Reducir el déficit fiscal complica la desinflación en el corto plazo, y la desinflación dificulta la disminución del déficit en lo inmediato. Existe una tensión velada pero muy concreta entre las metas fiscales y de inflación, que en la práctica termina siendo mucho más relevante que la tan mentada "dominancia" fiscal.

El corazón de la estrategia oficial es reducir el déficit lentamente y cumplir con las metas fiscales de 2017 a 2019, sobre todo con recortes en los subsidios económicos. Esto es muy razonable desde una óptica económica, distributiva y política. No obstante, la resultante suba de tarifas de los servicios públicos a corto plazo acelera la tasa de inflación y complica la tarea y los objetivos más inmediatos del Banco Central. Esto sucede a pesar de que el ajuste de tarifas es muy importante para la lucha antiinflacionaria, en tanto tiene un efecto neto estabilizador sobre el nivel de precios, pero de más largo plazo.

Si bien lo peor en términos de ajuste de los precios relativos de las tarifas ya pasó, queda un recorrido importante para eliminar los subsidios. A su vez, la incidencia de los ajustes de tarifas sobre la inflación general aumenta cuando crece el valor de las facturas. Por ello, no debe esperarse una ayuda a la desinflación porque las subas pendientes sean menores en porcentaje. La contribución a la inflación se mantendría relativamente estable.

Bajar el déficit fiscal ajustando tarifas complica la desinflación. Pero también hay tensión en la otra dirección. La desinflación dificulta la disminución del déficit fiscal.

En general, bajar el gasto público en términos reales cuando la inflación es baja es más difícil. Pero hay otro elemento mucho más directo. Mientras la recaudación tiende a seguir a la inflación actual, el rubro más importante del gasto del Estado, las jubilaciones, se ajusta según "la inflación del último año" desde la ley de movilidad. Esta "indexación" de una buena parte del gasto por "la inflación pasada", es un desafío para la consolidación fiscal en un entorno desinflacionario. Esto ya se reflejó en las cuentas fiscales en 2015, cuando la inflación anual promedio bajó a 26%, desde 37% en 2014. Al seguir la "inflación del año anterior", las jubilaciones subieron 35% en 2015. Esto implicó un aumento del gasto equivalente a medio punto del PBI ese año, derivado exclusivamente de la desinflación. Este año sucederá algo parecido. Desde esta óptica, debería celebrarse la "innovación" de definir los aumentos salariales según la inflación esperada, ya que se tiende a desactivar ese mecanismo inercial.

Las preocupaciones por el endeudamiento público son lógicas en un país con la historia de la Argentina. Aunque lucen apresuradas. El endeudamiento es bajo y tanto las Lebac como la deuda del Gobierno crecen lento respecto al PBI y se estabilizarían hacia 2020, en niveles que seguirían siendo bajos comparados con otros países (en caso de que se cumplan las metas fiscales y la economía crezca 3% por año). Mientras tanto, la proporción de Lebac respaldadas por reservas netas del Banco Central seguiría creciendo.

Por otro lado, quienes culpan al déficit por la inflación no explican por qué nuestros vecinos tienen déficit con muy baja inflación. Deberían recordar que la inflación local comenzó en 2007 con superávit fiscal.

En la tensión entre las metas fiscales y las de inflación está la raíz de los desafíos por delante. El país debe crecer desinflando y achicando el déficit. Muy probablemente, este año puedan lograrse las tres cosas al mismo tiempo. Es importante. Aunque no es nada fácil el recorrido que queda. Es una lástima que el debate económico tantas veces se pierda entre el dogmatismo y el oportunismo político.