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"¿Gradualismo en el gasto y shock en los impuestos?" por Miguel Zielonka

19 Octubre 2016

La frazada es corta o el déficit fiscal es largo. Nuestro país se debate (o, al menos, debería hacerlo) entre bajar el gasto público, mejorar la recaudación y/o aumentar el endeudamiento. Por si faltara complejidad para analizar e implementar un plan de acción, también hay que decidir sobre el corto y el largo plazos, la disyuntiva entre shock y gradualismo.

Vayamos por partes, como dijo Jack “El Destripador”. El Gobierno ya se decidió por el gradualismo y lo viene demostrando con hechos y palabras. No hay peor sordo que el que no quiere oír. Descartado el shock en materia fiscal, todavía nos falta entender a los humanos mortales en qué orden de prioridades se atacará al trío deuda-gasto-ingreso. Hasta ahora, la jugada del Gobierno fue empezar con el endeudamiento y dejar para el postre lo menos rico: subir impuestos o bajar gasto.

Se escucha cada vez con más fuerza en los medios una iniciativa oficial para incrementar la alícuota marginal del Impuesto a las Ganancias para personas físicas al 45%. Reconozco que no he tenido oportunidad de leer el proyecto de ley ni sus considerandos. Sin embargo, en un alarde de pensamiento estratégico, me animo a afirmar que desde el Gobierno nos están mostrando el juego y que estarían inclinándose por demorar la baja de gasto. Gradualismo en el gasto, shock en los impuestos.

Tampoco voy a hacer un despliegue de genialidad si presumo que el Ejecutivo intenta consolidar la reactivación económica antes de reducir el gasto del sector público. No vaya a ser que podemos los brotes verdes antes de tiempo y se nos seque el plantín. Es posible, y es entendible.

Sin embargo, como socios de este club que se llama Argentina, somos muchos los que creemos que antes de que nos suba la cuota, podemos aspirar a prestaciones más eficientes con la misma cuota.

No se trata de hacer un ajuste salvaje a nivel macroeconómico que ampute las piernas de la recuperación. Pero de vez en cuando está bien mostrar un poco los dientes. ¿Acaso no hay bolsones de ineficiencia, casos “testigo” en los que puede mostrarse en hechos concretos que desde la suma de lo microeconómico se puede construir un sector público más eficiente?

Aunque no me pidan una opinión, voy a darla. ¿Qué tal si hacemos un caso de estudio de Aerolíneas Argentinas, un plan de acción que muestre cómo mejorar el negocio, mejorarlo en serio y no haciendo cosmética? Por lo poco que entiendo del tema, los números de la compañía mejoraron últimamente por la baja del combustible asociada a la caída del petróleo de principios de año (en el segundo semestre eso se está evaporando) y las estadísticas de puntualidad también han evolucionado positivamente.

Seguro que discutir el tema es políticamente incorrecto. Muchos gremios involucrados y/o demasiados convenios colectivos embarran la cancha. Pero, ¿no sobran empleados? ¿Todas las rutas son rentables? ¿Todos los destinos son igualmente estratégicos para el desarrollo económico? ¿Tener una línea de bandera implica necesariamente acumular ineficiencias varias? Recuerdo a los lectores que Lula cerró Varig en Brasil hace unos años.

Me parece que sería un lindo gesto del Gobierno, antes de subir impuestos, tomar un caso ejemplar y transformar esta entidad (o la que elijan, no tendré objeciones) en algo racional, eficiente, lógico para Argentina, que cumpla con sus objetivos pero que no deje plata en la cancha. Para muestra basta un botón. Si como sociedad somos incapaces de hacer un sector público más eficiente terminaremos con demasiada deuda, demasiados impuestos, o ambos. Supongo que no es necesario que recuerde cómo terminan este tipo de películas.