Press

Press

Back to

Back to : 

Qué esperar de la economía para lo que queda del año

16 June 2017

El cambio de modelo ya se puso en marcha y, tras una década de crecer a base de consumo interno, los macroeconomistas pronostican este año un escenario novedoso: si bien el poder de compra se recuperaría a partir del segundo trimestre, los principales drivers detrás de la reactivación económica serían la inversión y las exportaciones. La proyección no es casual, sino que responde al rumbo que quiere tomar la administración actual.  

Los economistas están a la espera del rebote, y los pronósticos van en la misma dirección: el producto alcanzaría un crecimiento entre 2,3 y 3 por ciento a fin de año. Con estos números sobre la mesa, lo que sigue es definir el “cómo” será el repunte. Es decir, qué calidad tendrá.

Fernando Marengo, economista Jefe de Arriazu & Asociados, asegura que “el crecimiento será del 3 por ciento y se explica por un aumento de las exportaciones y la inversión, y no tanto por consumo”. Y detalla: “Separaría las inversiones en dos tipos: las que fueron a los sectores beneficiados por el Gobierno, como el agro, comunicaciones y el energético; y la construcción, que una parte se debe a la obra pública y la otra a la privada”.

“Nosotros tenemos una proyección del 2,9 por ciento”, pronostica Marina Dal Poggetto, directora Ejecutiva de Estudio Bein. “Los drivers son básicamente la obra pública, que ya empezó a arrancar, y una mejora del consumo con respecto a 2016. Esto hace que empiece a remontar la actividad de la construcción y, con ello, el empleo del rubro”, analiza. Y remarca: “Pero se crecerá mucho más por obra pública que por consumo”.

Por el lado de la construcción, los últimos datos oficiales muestran un aumento de ejecución de obra pública para el primer trimestre del 22 por ciento. Este salto creó 2400 puestos de trabajo, lo cual dejó un saldo positivo de empleo con respecto a 2016. El corolario se vio reflejado en el Índice Construya –que mide el nivel de ventas de insumos de la construcción del sector privado–, que indicó un aumento del 11,2 por ciento en marzo con respecto al mismo mes de 2016.

En el caso del sector agrícola, las proyecciones privadas muestran que uno de cada tres dólares invertidos durante la gestión de Mauricio Macri fue a parar al campo. De este modo, la Sociedad Rural Argentina (SRA) calcula que, en el último año y medio, se invirtieron US$ 58.000 millones en el agro, mientras que la Agencia Argentina de Inversiones y Comercio Internacional (AAICI), en la misma línea que la SRA, registró desembolsos por un total de US$ 61.860 millones, entre diciembre de 2015 y abril de este año.

La respuesta de los productores agrícolas no tardó en llegar. Con márgenes holgados e incentivos fiscales, se calcula que la producción de los principales granos para la campaña 2016/2017 tocará un récord histórico de 129 millones de toneladas, según las estimaciones del Ministerio de Agroindustria. Este aumento de la producción tiene un impacto positivo sobre el PBI, ya sea por consumo o exportaciones. Estas últimas, crecerían en el orden del 3 por ciento interanual según proyecciones privadas.

Asimismo, Marengo asegura que la crisis política vivida por Brasil no tendrá un gran impacto sobre la economía local: “El año pasado la economía brasileña cayó un 3,5 por ciento, y las exportaciones argentinas bajaron en US$ 1000 millones, principalmente en la industria automotriz. Pero, si se pondera esta caída de la producción sobre el crecimiento, te da que por cada 1 por ciento que cae el PBI de Brasil, el PBI de la Argentina baja en 0,2 por ciento”, explica. Y finaliza: “El impacto directo es bajo”.

Dal Poggetto coincide con Marengo en cuanto al reducido “Efecto Temer”: “Buena parte del ajuste de la recesión de Brasil ya lo tuvimos el año pasado. Las ventas de autos, en cantidades, ya estaban a la mitad del nivel exportado en 2013, aunque es posible que caigan un poco más este año”.

Ramiro Castiñeira, economista Jefe de Econométrica, calcula que el nivel de actividad estará más cercano al 2,3 por ciento, y que dicho rebote llegaría para las elecciones por el récord de la cosecha, la aceleración de la obra pública y la recuperación del poder de compra del salario. “Los 20 puntos que bajaría la inflación van a permitir un rebote en el consumo que se va a notar a partir de mayo, y es posible que el salario le gane a la inflación en los próximos meses”, argumenta. El consumo, según las proyecciones del economista, tendría un saldo positivo para fin de año del 2,1 por ciento.

La “nueva Australia”

La visión que tiene el presidente Mauricio Macri sobre el futuro de la economía argentina es conocida. En varias ocasiones, el jefe del Estado distinguió al programa económico que llevó a cabo Australia en los últimos 50 años. Es que, además, el país de Oceanía tiene una estructura productiva similar a la doméstica y, sin embargo, logró crecer a un ritmo vertiginoso en los últimos 30 años.

Para sorpresa de algunos, lo hizo, en gran medida, gracias a la tracción de las exportaciones de commodities, y no de productos manufactureros. De hecho, según los datos que revela su Ministerio de Relaciones Exteriores y Comercio, los minerales y combustibles representaron, en 2015, el 42 por ciento de las exportaciones, mientras que los bienes agrícolas un 14 por ciento y las manufacturas ocuparon apenas otro 14 por ciento. En ese año, con un poco más de la mitad de la población, Australia triplicó el Producto Bruto Interno (PBI) per cápita de la Argentina.

El modelo australiano revela una segunda tendencia. En las últimas cuatro décadas, según los datos del Banco Mundial, la relación entre inversión y PBI no bajó de un piso del 23 por ciento. El gobierno australiano apostó por inyectar capital a los sectores generadores de divisas que, al igual que en la Argentina, producían commodities y materias primas. Es decir, que no sólo se invirtió mucho, sino que también de forma inteligente. El resultado fue que la minería, el agro y otros rubros como los servicios ganaron la productividad necesaria para competir durante medio siglo en el comercio internacional. Y, con este modelo, la economía australiana creció de forma genuina y sostenida, alcanzando la riqueza de países desarrollados, como Canadá.

Los anuncios de inversiones extranjeras surgidos en la última gira por Asia del presidente Macri son prometedores. Sin embargo, la realidad va a contramano de las noticias: el stock de capital no superaría, en 2017, al 15 por ciento del PBI, según estimaciones de Econométrica. Los datos de Estudio Broda marcan, en la misma línea, que el indicador alcanzó el 17 por ciento el año pasado. Mientras que, para los analistas, para iniciar un programa de largo plazo se requeriría de una tasa de, al menos, un 20 por ciento sobre el PBI anual. Para tener referencia, los Estados Unidos y Canadá tienen un total de inversiones privadas y públicas del 24 por ciento de su PBI.

“La inversión es la base de crecimiento de cualquier economía y, en el caso de la Argentina, con un 15 por ciento de ratio no alcanza ni siquiera para sostener las amortizaciones de capital”, comenta, con cierta cautela, Castiñeira. Para el economista,  se necesita alcanzar un stock del 25 por ciento del PBI para mantener un nivel sostenido del 3 por ciento en los próximos cinco años. “Es lo que les permitió a los países asiáticos poner un pie en el desarrollo”, precisa.  Los diez puntos de inversión que aún le faltan al país, según sus cálculos, significan un total de US$ 50.000 millones adicionales al stock actual.

Del mismo modo, Miguel Kiguel, director de Econviews, aclara que “para crecer a largo plazo a tasas del 4 por ciento anual, se necesita una inversión de al menos un 20 por ciento del PBI”. Y aclara: “Es fundamental que el capital aumente, pero hay que tener en cuenta que venimos de un año recesivo y aún hay mucha capacidad ociosa”. No obstante, el especialista asegura que se puede alcanzar tasas del 4 o 5 por ciento de crecimiento en el corto plazo sin tanta inversión, pero el problema es sostener este nivel en el tiempo.

En relación con el modelo australiano, Kiguel asegura que es un ejemplo de economía que creció sin necesidad de una industria fuerte. “Su economía fue en alza a base de servicios, materias primas, turismo y commodities. A medida que crece el PBI per cápita, los países aumentan la participación de los servicios, y bajan el de su industria”, dice, y resalta: “Hoy Microsoft o Google son más importantes que General Motors, ya sea por el empleo o el producto que generan”.

Para el economista José Fanelli, llevar adelante un esquema económico de largo plazo es una “tarea muy difícil”. “Creo que el desafío no es que la economía crezca un año 3 por ciento. La cuestión es que crezcan la inversión y las exportaciones más que el producto y que el consumo, de forma de ir acercándose a un sendero de crecimiento sostenible”, dice. Y concluye: “Es para toda la política, no para un solo partido”.

Más allá de 2017

Detrás del crecimiento australiano se encuentran 50 años de acuerdos políticos y, éste, es uno de los principales desafíos que tiene por delante la Argentina. “Hay un problema. En términos de diagnóstico, pasar a de un modelo de consumo a uno de inversión es correcto. Pero, ¿cómo se hace esta transformación en una democracia que se tiene que revalidar cada dos años?”, pone en discusión Dal Poggetto, de Estudio Bein.

En este sentido, la fortaleza de las instituciones es un punto clave para definir políticas para las próximas generaciones. Fanelli precisa el argumento: “Creo que se necesita un acuerdo entre los partidos para definir tres o cuatro aspectos institucionales que son clave para la inversión y que todos se comprometan a salvaguardar. La cuestión fiscal seguramente está entre esos aspectos. Sobre todo en lo relativo a reducir el peso del gasto en el PBI, de forma de poder bajar el déficit y hacer lugar para una reforma tributaria que promueva la eficiencia sin sacrificar la equidad”. En otras palabras, bajar los impuestos generaría incentivos para invertir.

En segundo lugar, a diferencia de los modelos basados en inversión, el consumo interno tiene efectos inmediatos sobre el crecimiento de la actividad. Por lo cual, elevar el poder de compra y , por ende, el bienestar, es una herramienta política eficiente. No obstante, Fanelli advierte que “aumentando los salarios se aumentaría en el corto plazo el consumo. Pero si el incremento de los sueldos no se basa en elevación de la productividad (mediante inversión productiva), el crecimiento de los salarios no se sostendrá en el tiempo”.

Kiguel le pone números a la cuestión: “En el corto plazo, un punto de aumento del consumo tiene el mismo impacto sobre el producto que cinco puntos de inversión”. Es decir, que el consumo tiene un efecto más expansivo sobre la economía y sobre el bienestar. Pero, volviendo a lo dicho por Fanelli, para sostener estos niveles de poder de compra y bienestar se necesita, al mismo tiempo, inversión. La decisión, citando a los especialistas consultados, es también política.